Esto creían los antiguos: el fin del mundo. La costa coruñesa. Y la verdad es que al llegar al entorno en el que se encuentra el albergue de Carballo y mirar de espaldas al edificio, frente al océano inmenso, entiendes perfectamente que aquellos hombres pensaran en que más allá… había dragones.
Este albergue se llena habitualmente de gente que practica surf, pues está en primerísima línea y las olas rompen con fuerza y sin descanso sobre la arena.
Hace fresco y está nublado, lo que nos llena de vitalidad y de ganas de descubrir nuevos parajes.
Hemos estado en Malpica, un bonito pueblo cerca del nuestro. Allí, en el puerto, un pescador nos ha mostrado los congrios recién pescados esa madrugada y con él hemos tenido unos momentos muy divertidos. Nos hemos acercado hasta la ermita de san Adrián, del s.XVI, que está en un pequeño cabo del mismo nombre, al borde del mar. Según la leyenda, en el siglo V san Adrián llegó a estas tierras para cristianizarlas y eliminar los cultos paganos, simbolizados en la serpe (serpiente), una lucha de la que salió vencedor.
Desde este punto se divisan perfectamente las Islas Sisargas y las impresionantes rompientes de toda esa costa. Nos hemos quedado un buen rato con la mirada perdida hacia el mar… y sin palabras.
Tenemos la sensación de que este viaje resultará inolvidable, y sin duda no ha podido comenzar mejor.