Otro año más nos hemos liado la manta a la cabeza, cargado los equipajes en la furgoneta y puesto en camino. Un camino largo, muy largo, hasta Gerona. A la región del Baix Ampordá. Una de las más bellas de España.
En el trayecto da tiempo a todo: a poner música y cantar, a contemplar el paisaje por la ventana, a aburrirse, también a reírse, a hacer paradas para tomar algo y estirar las piernas y… a ir entrando en esa sensación que a todos nos encanta de ingresar en un tiempo sin tiempos.
Llegamos a la localidad de Castell D’Aro, a nuestro alojamiento, una construcción del siglo XVII (en la zona abundan edificios históricos, masías centenarias, pueblitos medievales de piedra). En un entorno verde y lleno de vida, rodeado de los árboles de su imponente jardín y de la vegetación exuberante del entorno, se encuentra esta casa, espectacular, con torre de vigilancia o de defensa y que más que una masía parece un castillo. La regentan varias personas del movimiento de los Focolares, ya muy amigos del Hogar y de los orionistas.
Nuestro grupo, heterogéneo pues juntamos chicos del Hogar Ocre, del Azul y del Morado, ha descansado, se ha divertido, ha tomado el sol y ha disfrutado como nunca. Este alojamiento es un lujo, no solo por su arquitectura sino también por su accesibilidad y, sobre todo, y esto queremos resaltarlo, por la delicadeza con la que nos han servido y atendido todos estos días. Las personas que nos han recibido y cuidado han hecho de nuestro viaje un auténtico placer.
Ha sido un privilegio poder pasar unos días todos juntos en este espectacular destino. Un placer poder experimentar el ritmo relajado de las vacaciones, la diversión de sentir que uno no ha de hacer nada más que contemplar el paisaje y ver pasar las horas tomando un refresco o dando un tranquilo paseo por las localidades de alrededor mientras, como siempre que salimos, nos mezclamos con la gente del lugar o con los visitantes. Sentir que somos uno más, que realmente nos incorporamos a la vida social de nuestro entorno, la sensación de normalidad por la que siempre luchamos es tan emocionante…
Hemos estado tirados en la playa, recibiendo la brisa agradable del mar Mediterráneo, visitado localidades como Palamós, las lonjas de este y otros pueblos, hemos tomado el aperitivo, salido a comer unas ricas cigalas con arroz, visitado iglesias y monumentos. Es decir, hemos tenido lo que todos entendemos como unas buenísimas vacaciones.
Para los chicos estas experiencias son muy beneficiosas, por lo que siempre os trasladamos, porque les facilitan romper unos días con las rutinas más o menos estrictas del año, un poco exigentes pero necesarias para su equilibrio emocional, y acompasar el ritmo de su diario al de las vacaciones, que es más lento y más alegre.
Gracias a los trabajadores que se esfuerzan en que los chicos siempre estén los mejor posible y sean el objetivo más importante de cualquier actividad, son posibles estas salidas y todo un éxito. Sin duda podemos afirmar que no disfrutan más unos que otros, chicos y trabajadores vuelven renovados y felices.
¡Hasta el año que viene, amigos de Castell D’Aro!