Hace unos días hemos llegado el último turno a Cercedilla: el Hogar Amarillo. Somos un grupo muy numeroso, alrededor de 40 personas.
El primer día es el momento de organizarse, de repartir tareas, pactar horarios, etc. Empleamos poco tiempo en estos menesteres, enseguida queremos organizar un aperitivo al aire libre, bajar a tomar algo al pueblo, darnos un baño en la piscina, salir de excursión…
Todos los días desde el primero y siempre al terminar la jornada, nos reunimos en la capilla a celebrar la Eucaristía y dar gracias, también a poner en común nuestros pensamientos y lo que sentimos. El tiempo en las Colonias es compartido, aunque tengamos momentos de soledad, necesarios también, todo lo hacemos en común.
Porque todo es mejor si se hace entre todos, porque somos mejores si lo hacemos juntos.
Esta es una de las experiencias más extraordinarias de Cercedilla. La solidaridad se dispara en todas direcciones, y la incorporamos al cotidiano como si las cosas no pudieran ser de otra forma, se normaliza de forma espontánea un tiempo en realidad extraordinario. Aprendemos a vivir en comunidad de verdad. Esta es una de las razones por las que las Colonias son una experiencia que nos llena a todos de fuerza, de optimismo y de felicidad.